Durante 82 días –2 ciclos de 26 días y uno de 30, con 4 fases hormonales–, la pedagoga, investigadora y divulgadora especializada en ciclo menstrual Erika Irusta (Bilbao, 1983) ha registrado sus cambios físicos, mentales y anímicos en el libro Diario de un cuerpo (Catedral). Honesto y controvertido, el resultado anima a la reflexión y al debate sobre la menstruación.
Eres la única 'pedagoga menstrual' del mundo. ¿Por qué no existen otros expertos sobre el tema?
'Pedagogía menstrual', como expresión estandarizada, no existe. Tuve que acuñarlo para explicar mi trabajo. En otros países de Europa y en EE. UU. sobre todo, hay educadoras menstruales, pero es diferente. Por ahora, soy una profesional de nueva creación.
¿Qué trabas has encontrado en tu trayectoria?
Ser pionera es duro, solitario y te hace padecer el síndrome de la impostora 24h/7d. Las mujeres apenas nos conocemos a nosotras mismas, y menos en este país. He sido entrevistada para periódicos escandinavos y en revistas de moda extranjeras antes que en España.
¿Qué te llevó a escribir este libro?

Necesitamos palabras que nombren nuestra realidad, experiencia vital y vivencias en torno a un cuerpo menstruante. Es necesario conocer cómo mutamos en cada fase y cómo la cultura y el entorno obstaculizan nuestra vivencia y nuestro conocimiento. No estamos locas, somos cíclicas. No somos unas torpes, falibles e inconstantes. Eso que nos pasa tiene nombre y apellidos; y es posible vivirlo desde el placer y, por qué no, desde el orgullo, en lugar de hacerlo desde la ignorancia, la negación, el miedo, el tabú o la vergüenza.
¿A qué responde esa visión de la menstruación como una enfermedad o un secreto vergonzoso?
Se debe a una construcción social. No es el qué (el ciclo menstrual y la menstruación): es el quién (cuerpos femeninos) y el dónde (en nuestra cultura).
¿Cómo crees que sería el mundo si menstruaran los hombres y no las mujeres?
Si los hombres menstruasen, la regla sería lo más: una experiencia única que solo ellos podrían experimentar. No dolería, y el síndrome premenstrual no existiría, sería su fase de creatividad y sensibilidad.