Hablamos de las cortes europeas pero comparadas con la nipona parecen un parque temático. En Japón las normas son duras, fuertes y estrictas y si eres miembro de la familia imperial, aún más. Quizá por eso, la historia de Takako sea aún más sorprendente si cabe. Y es que la hermana del emperador emérito Akihito y por tanto, princesa imperial, ha tenido una vida de lo más apasionante y alejada del palacio posible.
Nacida en Tokio en 1939, su llegada al mundo ya fue bastante atípica. Sus padres llevaban más de 15 años casados y su nacimiento fue toda una sorpresa pues ya no se la esperaba. Fue una niña dulce y tranquila a la que con siete años separaron de sus padres para que fuera educada en la corte por las institutrices con el resto de sus hermanas mayores. Considerada como la princesa rebelde, en aquellos años su carácter aun no había salido a relucir. En entrevista al New York Times, Takako se expresaba en estos términos: “Solía pensar que de qué serviría hacer un escándalo si no podía cambiar las cosas de ninguna manera”. Su adolescencia transcurrió dentro de la normalidad y al igual que su hermano, el príncipe heredero, estudió en el Peer´s College y años más tarde se convirtió en la primera princesa japonesa en estudiar una carrera universitaria.
Su familia, no obstante, tenía unos planes para ella y fue entonces cuando Takako empezó a imponer los límites. Su matrimonio ya estaba amañado. La aristócrata dijo que lo aceptaría siempre y cuando congeniase con su pretendiente, como así fue. Sin embargo, al tratarse de un plebeyo, Takako pudo salirse del ferreo control de la corte y se mudó a Estados Unidos con su marido. Fue allí donde concedió la entrevista memorada estos días al NYT: “Nos criaron con ropas occidentales, comidas occidentales y japonesas... así que no me sorprendió nada de lo que encontré en Estados Unidos”. La vida en occidente cambió a Takako para siempre. Su forma de vivir, de ver las cosas y de actuar quedaban ya muy lejanas del palacio imperial y ella era consciente de ello: "Nunca me lo dicen, pero tengo la sensación de que algunos de ellos me reprochan en silencio que me haya vuelto demasiado americana...”.
La vuelta a Japón no tardó en llegar y con ella el escándalo. Tatako era ya un pájaro libre, un verso suelto. Había probado las mieles de la libertad y ya no quería volver a encerrarse. Se fue a vivir a un modesto apartamento y buscó un trabajo como cualquier otra mujer. Lo consiguió como consultora de una exclusiva tienda en el Hotel Tokio Prince. Lo hizo sin pedir permiso a sus padres: "No pedí el consejo de mis padres porque nuestras posiciones son tan diferentes que sentí que no lo entenderían”. Fue ampliamente criticada y atacada por la prensa del país pero como el bambú, no sucumbió a la presión del viento. Takako, que a punto está de cumplir 81 años, siguió viviendo como quiso y en ello sigue. Sin mirar atrás ni a palacio.