"Nunca te compares con los demás", esta es una de las frases que nuestras abuelas y madres siempre nos repetían cuando éramos adolescentes. Sin lugar a dudas, ellas son las más sabias de la casa y no les faltaba razón, aunque en las épocas de juventud es complejo no fijarse en los demás. Ahora, en plena edad adulta, este fenómeno se sigue produciendo y no es una práctica precisamente adecuada para cuidar nuestra salud mental. El refranero español ya lo sabe: "Las comparaciones son odiosas".
La comparación es natural en los seres humanos
Los expertos de Zero Psicólogos explican que "la comparación es la naturaleza humana y una parte común de la vida social humana. Es normal que te compares con tú yo anterior, con otras personas de tu grupo de edad o en línea". Además, insisten en que "la comparación social no es del todo mala", aunque hay ciertos matices.

Qué hay de bueno en compararse
Los profesionales de la salud mental destacan que compararse con los demás desde un punto de vista sano "puede ser útil establecer una línea de base que pueda respaldar el crecimiento. Cuando haces un balance de lo que te rodea y cómo puedes mejorar, puede ser un poderoso motivador. Pero la comparación social puede ser un arma de doble filo". De este modo, los expertos dejan claro que existen diferencias entre fijarnos en nuestro alrededor para crecer a nivel personal y en compararnos de forma exhaustiva.
La cara oscura de las comparaciones, hablamos sobre la "Teoría de la comparación social" de Leon Festinger
Como ya hemos explicado, la comparación tiene un lado oscuro. Los psicólogos hacen hincapié en que compararse "tiene el poder de causar mucho dolor psicológico. Cuando crees que no puedes estar a la altura de otras personas, puede convertirse en un problema".
Por otro lado, los profesionales EQPSI Psicólogos relatan la "Teoría de la comparación socia"l de Leon Festinger. El famoso psicólogo social estadounidense realizó un estudio en el que "propuso que las personas que se comparan a sí mismas con quienes son similares a ellos suelen producir valoraciones precisas de sus capacidades y creencias". Además, añadió que "la inclinación a equipararse con otras personas disminuye a medida que la diferencia entre sus creencias y capacidades se vuelve más significativa".

Festinger "sugirió además que compararse con los demás puede resultar en pesos de uniformidad. Existe una inclinación a disminuir las diferencias entre el evaluador y el grupo de comparación persuadiendo a otros o alterando sus creencias personales para lograr uniformidad".
Tras su estudio, el neoyorquino estableció dos tipos de comparación: la ascendente y la descendiente. "Una comparación ascendente ocurre cuando alguien se compara con otros que son más capaces que él", mientras que las descendientes van al revés.
El psicólogo llegó a la siguiente conclusión: "Una persona muy motivada tiende a realizar comparaciones ascendentes y, por lo general, se asume como mejor o igual a la "mejor persona"., mientras que "cuando alguien se siente infeliz o desmotivado, suele emprender comparaciones descendentes para sentirse mejor consigo mismo".

Conclusiones
Tal como subrayan los expertos, compararse con los demás no tiende a ser una práctica muy acertada, aunque si el hecho de fijarnos en los demás sirve para motivarnos y superarnos a nosotros mismos sin consecuencias psicológicas negativas, no tiene por qué ser una práctica devastadora.
Si consideras que la comparación es un básico en tu vida y que, en tu caso, las consecuencias no son precisamente positivas, te invitamos a acudir a la consulta de un profesional del campo de la salud mental para que realice un análisis de tu situación.