El derecho a reivindicar una mesa para tres en los restaurantes

¿En qué momento se ha convertido en toda una odisea pedir mesa para tres en cualquier restaurante?
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Qué manía tienen algunos restaurantes, por no decir la mayoría, de poner mesas de cuatro (las cuadradas de siempre) cuando vienen sólo tres. Esa sensación de “aguanta velas” que se siente cuando estás mirando a la “nada”. Cuando enfrente no hay comensal. Cuando el camarero se acerca y retira el cubierto de delante mientras te mira condescendiente preguntando: “¿Son sólo tres verdad?.

 Si el que está enfrente del de tu lado, tiene un mínimo de empatía, se mueve ligeramente hacia el centro con lo que puedes dejar de tener tortícolis y pasarte el almuerzo o la cena mirando en diagonal, mientras reflexionas para tus adentros lanzando una pregunta telepática al jefe de sala: ¿Por qué no tenéis mesas redondas de tres personas?.

Mesa para tres - Getty Images/500px Plus

Hay muchos, muchos casos en los que van a un restaurante sólo tres. Si pides otra mesa más cómoda, te dicen que esperan que vengan cuatro (que es más rentable, aunque se pidan un vaso de agua entre todos). Pues depende oiga, porque si usted tuviera más mesas redondas, los que se acaban de divorciar, que van con una pareja de amigos casados, o las amigas inseparables que siempre son tres, o el jefe con sus dos empleados favoritos o el empresario con una pareja de clientes. en lugar de dos a lo mejor serían tres, que es más rentable que dos.

Además, si somos dos, una botella de vino o de cava o de champagne es demasiado, y vas por copas o tiras de cerveza. Ahora bien, siendo tres, ya puedes pedir una botella. En España nos tira mucho eso de “picar y compartir”. Y a partir de tres, ya cunde mirarse la carta de entrantes para probar varias cosas. Los hay que intentan colocarte en una mesa de dos un poco de estrechos, con la excusa de: “esperamos varias reservas”, mientras tú miras incrédulo la sala medio vacía. O los más trendys, que te ofrecen la barra porque así estás viendo cómo te hacen el sushi, sin pensar en el pobre que se sienta en medio y se siente como una anguila dentro de un minúsculo maki.

Me acaban de citar en un restaurante para un tema de negocios. El restaurante es HILLS del resort INFINITUM. Unas vistas de ensueño, en la Costa Dorada. Unas pizzas de leña, una carta divertida de hamburguesas, otras delicias, y ensaladas divinas. Una bodega estupenda de vinos. Al lado del mar. En un club privado, pero donde puedes entrar con previa reserva, eso sí. Al otro lado del teléfono me dicen que seremos tres. Ya tiemblo…

Llego esperanzada de que haya mesas redondas. Pero cuando llego las que hay, son grandes y sé que no nos serán asignadas. Llego la primera. Me pido una copa de cava y me sirven un Cava Mestres. Vamos bien. Me encantan todas sus gamas, desde la básica que es Cuquet, hasta las más sofis que son Clos Damiana o Mas Vía. Por eso son la máxima expresión del cava. Saben muy bien de burbujas integradas, de oxidación y madurez en perfecto equilibrio. Un cava que, si no te lo tomas súper frío mejor que mejor, para notar todo su perfume.

Llega el jefe de sala. Me ve sentada en el lado “colgado” de las mesas de tres. Y me invita a una mesa redonda, de las grandes. Sonrío, alucino. Antes de comer ya sé que volveré.

En ese momento llegan mis compañeros de mesa. Se sorprenden por el lugar, y se sorprenden también porque nos han dado una mesa grande (redonda para tres).

Entonces, uno de ellos recibe una llamada de alguien de su despacho que está cerca de la zona. Y le invita con nosotros. Ya seremos cuatro. Y entonces sonrío y pienso que los buenos gestos dan suerte. Yo sonreí al camarero. El camarero le dijo al jefe de sala que éramos tres. El jefe de sala empatizó conmigo. Y el destino nos trajo a un cuarto compañero de mesa, que por cierto tenía muy buen gusto y pidió un 1194 de Bodegas Perinet. Uno de los lujosos vinos del Priorat. Así que el buen karma compensó también al restaurante.

Chin chin lady. Cuando seáis tres, y no haya mesas redondas, sonríe a ver si hay suerte y te dan una de cuatro, o ponte en la silla de la ventana. Te servirá para disfrutar de tu sorbo y no tener que mirar a la “nada”.

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