Cómo sanar las heridas de la infancia para quererte más a ti misma y fomentar tu autoestima

Estas heridas, si no se aborda adecuadamente, puede seguir influyendo en nuestra vida adulta, condicionando nuestra autoimagen y nuestras relaciones interpersonales.
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En el transitar de la vida, cada uno de nosotros carga consigo un bagaje emocional, muchas veces marcado por experiencias de la infancia que han dejado heridas profundas en nuestra psique. Estas heridas, a menudo invisibles pero poderosas, moldean nuestras interacciones, nuestras percepciones y nuestra autoestima de maneras que a veces ni siquiera somos conscientes. Pero ¿cómo podemos sanar estas heridas arraigadas en lo más profundo de nuestro ser?

Mujer autoestima - Getty Images

La respuesta a esta pregunta, aunque no siempre evidente, radica en el autoconocimiento y la voluntad de enfrentar nuestras propias sombras. Como nos enseña Blanca López de Etxazarreta, psicóloga y terapeuta transpersonal especializada en terapia del inconsciente, las cinco heridas de la infancia son el rechazo, el abandono, la humillación, la traición y la injusticia. Cada una de estas heridas, si no se aborda adecuadamente, puede seguir influyendo en nuestra vida adulta, condicionando nuestra autoimagen y nuestras relaciones interpersonales.

El rechazo, por ejemplo, puede manifestarse en la sensación de no ser amado o aceptado, llevando a la adopción de una máscara de huida para evitar el dolor de sentirse rechazado nuevamente. El abandono, por otro lado, puede generar una dependencia emocional excesiva, manifestada en el miedo a la soledad y la búsqueda constante de la compañía de otros para evitar enfrentar la sensación de vacío interior.

La humillación puede llevar a una constante autoexigencia y autocrítica, alimentando la sensación de no ser suficiente y la búsqueda de validación externa a través de la sumisión o el masoquismo emocional. La traición puede generar una profunda desconfianza en los demás y en uno mismo, manifestada en un excesivo control sobre las situaciones y las personas, como un intento de protegerse de futuros desengaños.

Finalmente, la injusticia puede provocar una sensación de indignidad y una búsqueda obsesiva de perfección, manifestada en un afán por destacar y demostrar nuestro valor a través de logros externos, mientras se ignora nuestra propia voz interior.

Sin embargo, el camino hacia la sanación de estas heridas no es fácil ni rápido. Requiere valentía para enfrentar el dolor del pasado, comprensión para entender las causas subyacentes de nuestras reacciones emocionales y compromiso para trabajar en nuestro crecimiento personal y emocional. Pero el resultado de este proceso puede ser transformador, ya que nos permite liberarnos de las cadenas del pasado y redescubrir nuestro valor intrínseco como seres humanos.

Cómo superar las heridas emocionales de la infancia 

Infancia - Imagen: Blanca Campos
Infancia - Imagen: Blanca Campos
  • Cultivar la compasión: Aceptar nuestras vulnerabilidades y las de los demás, reconociendo que todos somos seres imperfectos en proceso de crecimiento.
  • Practicar el perdón: Liberarnos del resentimiento y la amargura hacia quienes nos han herido, permitiéndonos seguir adelante sin cargar el peso del pasado.
  • Fomentar la autoindagación: Explorar nuestras emociones, pensamientos y creencias subyacentes a través de la introspección y la terapia emocional. 
  • Cuidado personal: Priorizar el autocuidado físico, mental y emocional, dedicando tiempo para actividades que nos nutran y nos fortalezcan. Aquí te dejamos una idea: Cómo preparar un kit de emergencia emocional según un psicólogo
  • Construir relaciones saludables: Establecer vínculos basados en la honestidad, la empatía y el respeto mutuo, alejándonos de relaciones tóxicas o dañinas.
  • Empoderamiento personal: Reconocer nuestro poder interior y nuestra capacidad para sanar, transformando nuestras heridas en oportunidades de crecimiento y fortalecimiento.

Al sanar nuestras heridas de la infancia, no solo nos damos la oportunidad de querernos más a nosotros mismos, sino que también fomentamos una mayor autoestima y un sentido renovado de autoaceptación. Nos convertimos en protagonistas de nuestra propia historia, capaces de escribir un nuevo capítulo basado en la autenticidad, la compasión y el amor propio.

En última instancia, como nos recuerda Blanca López de Etxazarreta, la curación de nuestras heridas emocionales nos permite desplegar todo nuestro potencial y alcanzar la autoconfianza y la paz mental que tanto anhelamos. Porque en el viaje hacia el autodescubrimiento y la autorrealización, encontrar la valentía de mirar dentro de nosotros mismos es el primer paso hacia la verdadera libertad y el bienestar duradero.

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