Debate: ¿La pornografía degrada a la mujer o enriquece el erotismo?

Para algunas oprime y explota, para otras libera. Dos directoras de cine le quitan la máscara a la industria de la pornografía.
Porno mujeres

Vivimos en una cultura en la que el sexo aún se contempla de forma negativa. Nos enseñan a mantener lo erótico escondido y privado, a no disfrutarlo demasiado. Por una falta de educación sexual en los colegios, las mujeres aprenden a temer su propia sexualidad desde jóvenes. Los chicos, por su parte, aprenden que su deseo existe para conquistar y poseer al mayor número de mujeres. A través de la prensa, de la publicidad y el porno se nos inunda con representaciones inexactas del sexo y de la intimidad. El fin del porno es el entretenimiento, pero la gestión de la educación sexual hace que para muchos sea la única fuente de información disponible.

Cuando miras quién maneja la industria, ves que se trata de hombres blancos, heterosexuales y cisgénero. Aparece en la pantalla aquello que ellos consideran sexy. Pero, ¿por qué debería sexy significar posesión y control abusivo de los hombres a las mujeres? Además, el porno tradicional se ha centrado en la anatomía. Lo que importan son los genitales femeninos, no ellas. Por su parte, los hombres son máquinas de penetración.

Las actrices son el motor de la industria, pero los personajes que se les ofrecen solo existen para proporcionar placer al hombre. El porno refleja dinámicas de poder ya arraigadas en la cultura. Nuestra sociedad ha priorizado la experiencia masculina, la ha convertido en la norma. Mientras, mujeres, personas LGTBQ+ y de color han sido discriminadas.

Porno feminista

Todo lo llevado a cabo en el nombre del feminismo supone una lucha por la igualdad de derechos. El porno feminista comenzó como una forma de reclamar un género que por tradición se había entendido como competencia de los hombres. Esto no quiere decir que el porno feminista sea, de golpe, porno para mujeres. El porno elaborado con valores feministas se centra en mostrar una representación igualitaria y auténtica de la sexualidad humana, libre de estereotipos de género. El porno feminista también implica que tras las cámaras hay mujeres en puestos de dirección y de producción. Con ellas capturamos la mirada femenina y mandamos un mensaje: las mujeres son también seres sexuales que merecen contenido explícito. 

Existe la idea de que el porno y el trabajo sexual siempre son herramientas de explotación. No es verdad. Muchas de las actrices son mujeres empoderadas. Muchos comparan el trabajo sexual con el tráfico sexual y perpetúan así el estereotipo de que las trabajadoras sexuales son víctimas. Como feministas, deberíamos apoyar a las actrices del sexo que invitan a exigir el derecho al placer y luchan por mejores condiciones laborales. El porno tiene el poder de liberar. No tiene por qué ser un escollo. Puede ser usado de forma positiva o negativa. Puede ser un instrumento para la expresión sexual de las mujeres y para que todos nos deshagamos de tabúes. El deseo sexual es algo que debemos disfrutar, independientemente de género, raza u orientación sexual. Ni hacer ni ver porno igualitario y realista es algo de lo que debamos sentirnos avergonzados. Es un acto de feminismo sexual.

Durante el confinamiento a causa de la COVID-19, el consumo del porno se disparó en todo el mundo, tanto por parte de los adultos como de los menores. Esta "escuela", al contrario que las convencionales, ha permanecido abierta y a pleno rendimiento durante la pandemia. Muchos de los grandes portales de referencia, como el americano Pornhub, han ofrecido sus contenidos gratis, aumentando con esto sus ingresos por publicidad, por un lado, y por el otro, lo más importante; captando con esta acción a un número desmesurado de usuarios nuevos en todo el mundo y, desde luego, fidelizando a los de siempre. Este "pasen y vean" gratis va a crear dependencia en muchos jóvenes, a los que después ya les harán pagar, porque la pornografía amasa fortunas gracias a los consumidores, millones de internautas a los que engancha para controlarlos a través de sus datos, su dinero y su vida.

Porno para mujeres

La pornografía se considera un fenómeno inofensivo y sin víctimas, pero lo cierto es que el gran consumo de porno lleva aparejados efectos muy perjudiciales, personales, familiares y sociales. Es un fenómeno que traspasa las fronteras digitales y que puede ser ritualizado por menores y adultos en las calles, en los colegios y en muchos hogares con un simple clic desde el móvil.

Muchos padres son negacionistas en lo que se refiere a que sus hijos e hijas menores accedan a la pornografía en internet, pero es que los niños y adolescentes están expuestos a una cantidad de material pornográfico sin precedentes desde que tienen su primer dispositivo móvil con acceso a internet (cada vez, por cierto, a una edad más temprana). El porno ha existido desde hace años, pero nunca había sido tan accesible como hasta ahora, pero tampoco tan extremo y realista.

A menudo los chavales, de manera involuntaria, llegan a estos contenidos pornográficos, de forma espontánea, después, esto puede degenerar en un consumo adictivo, igual que ocurre con el alcohol, la nicotina o las drogas. Se convierten en muchos casos en usuarios crónicos, incapaces de poner límite a su consumo. El porno a partir de los catorce años, más o menos, está generalizado entre los chicos. Pero, además, este negocio rompe sueños y destroza vidas a uno y otro lado de la pantalla, también capta a mujeres y niñas engañadas con suculentas ofertas económicas para trabajar como actrices porno amateurs, o modelos webcam a las que explota y desecha, porque la pornografía necesita generar millones de contenidos. Por eso, la constante búsqueda de "carne fresca".

Lo que está claro es que el porno es un virus social, un virus que muta a gran velocidad gracias a las nuevas tecnologías; y contra este virus, la única vacuna es la educación y la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres. Se trata de un virus, además que está en manos de personas con ánimo de lucro y cero empatía hacia la vida humana.

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