Para nuestra inmensa suerte, nuestro país es un oasis de lugares con encanto. De norte a sur y de este a oeste, España esconde verdaderas joyas en cada provincia y no hace falta irse muy lejos para disfrutar de playas de ensueño o de pueblos que esconden una gran historia.
A lo largo de los años, he visitado la gran mayoría de comunidades autónomas de España. Sea con mi familia, con amigas o con pareja, el País Vaco, Andalucía o la Comunitat Valenciana me han enamorado por su infinito encanto y su fuerte identidad. Al igual que adoro cada rincón de mi Cataluña natal.
Al haber nacido muy cerca de Barcelona, los recuerdos de mis veranos se vinculan con los pueblos costeros más bonitos de Cataluña, al igual que con las Islas Baleares, que quedan muy cerca de Barcelona y que son accesibles tanto en barco como en avión. De todos los pueblos que he tenido la suerte de visitar (que no son pocos), hay uno al que siempre regreso: Calella de Palafrugell. Más allá de mi opinión personal, todas las personas a las que he guiado hasta este pueblo de Girona también se han enamorado de él.
Situado en la comarca del Baix Empordà, provincia de Girona, este pequeño pueblo de casas blancas y agua transparente (aunque bastante fría) está situado sobre una costa rocosa y es una de las localidades con más encanto de la popular Costa Brava.
La Playa de Port Bo es el corazón de este pueblo que destaca por su gruesa arena y las numerosas barcas de pescadores que dotan a este paisaje de una gran personalidad. Esta playa goza de varios restaurantes en los que disfrutar de un delicioso arroz con vistas al mar. Más allá de esta icónica playa, Calella de Palafrugell también ofrece un bonito casco histórico en el que visitar edificios históricos como la Iglesia de Sant Pere.
La Playa del Canadell, separada de la Playa de Port Bo por una formación rocosa conocida como "La Trona", también resulta estupenda para disfrutar de un refrescante chapuzón y está algo menos concurrida. Si acudes a Calella de Palafrufell con tiempo de sobra, es muy aconsejable acercarse al Mirador de Manel Juanola i Reixach para ver todo el esplendor del pueblo desde las alturas. Además, los Jardines de Cap Roig (que están muy cerca del centro) ofrecen una fotografía envidiable y son el corazón de uno de los festivales catalanes más conocidos, el Festival de Cap Roig.
Sus calles estrechas y empedradas se llenan de turistas durante los meses de verano, así que, si tienes la ocasión, te recomiendo visitar este pueblo en primavera o en otoño. Épocas en las que conversa toda su esencia sin la presencia de tantas personas y con una temperatura mucho más agradable.
Verano tras verano, uno de los momentos que queda marcado a fuego en mi memoria es el siguiente: degustar un helado de pistacho frente a la Playa de Port Bo de Calella de Palafrugell. Un instante de felicidad que, sin lugar a dudas, me devuelve a la infancia de un plumazo.
