Dos claves para identificar y cuidar las emociones de nuestros hijos según un neurólogo

La inteligencia emocional y el desarrollo de las habilidades sociales protegen la salud mental de los menores y ls ayuda a crear una mayor seguridad en sí mismos.
Cuidar las emociones de nuestros hijos

La salud mental es un problema de primer nivel que afecta a niños y adultos por igual. Según el último estudio sobre salud mental infantil de la Organización Mundial de la Salud (OMS), más del 14 % de los niños de entre 10 y 19 años padecen un trastorno mental diagnosticado. Este mismo informe indica que seis de cada diez problemas de salud mental que se sufren en la infancia corresponden a trastornos de ansiedad o depresión. El desarrollo emocional en la infancia es fundamental para el bienestar personal y la construcción de la identidad y la autoestima. Este aprendizaje tiene lugar a través de las distintas experiencias vitales, por lo que aprender a reconocer, comprender y responder a las emociones facilita el autoconocimiento y permite a los niños desenvolverse satisfactoriamente en el mundo que los rodea.

1. IDENTIFICAR LOS PROBLEMAS

Cada niño y adolescente tiene una personalidad definida que va asentando a lo largo de su vida. La evolución del  comportamiento forma parte del proceso madurativo pero, si los cambios se producen de manera brusca, es importante investigar las causas. Por ejemplo, un niño extrovertido y proactivo que empieza a ser más tímido y deja de realizar actividades con las que antes disfrutaba es una señal que puede alertar a los padres de la aparición de problemas y dificultades en el menor. Ser conscientes de estas alteraciones y tener las herramientas para hacerles frente son pasos fundamentales a la hora de encontrar una solución que permita al niño recuperar la normalidad. Los niños necesitan espacios seguros donde se sientan comprendidos, apoyados y puedan hablar de sus problemas abiertamente sin sentirse juzgados. "Nosotros recomendamos tratar estos asuntos de una manera natural, no como un tabú", asegura Alfonso Amado, neurólogo pediátrico de la clínica de neurodesarrollo La Ruta Azul.

Cuidar las emociones de nuestros hijos - Pexels

El estrés y la ansiedad aparecen en momentos donde la frustración sobrepasa la capacidad de gestionar las emociones, por lo que es importante enseñar a los niños a establecer expectativas realistas de lo que sucede a su alrededor y ayudarles a manejar situaciones en las que no alcancen esas expectativas. "Los niños tienen que aprender a ser resilientes y saber que no siempre salen las cosas como uno quiere. Es una aprendizaje más, pero que hay que entrenarlo", asegura Amado. La rutina también es un hábito que favorece el buen estado de la salud mental, pero es recomendable que aprendan a adaptarse de una manera natural a los cambios de rutina. No hay que olvidar tres aspectos cruciales para conseguir una salud mental de calidad: la alimentación, el ejercicio físico y el descanso. "Además, los trastornos mentales en niños y adolescentes también predisponen a tener un peor sueño, una peor alimentación y no realizar ejercicio, por lo que entramos en un círculo vicioso", añade el experto en salud mental.

2. PEDIR AYUDA ES UNA FORTALEZA

Existe una línea muy fina que diferencia lo que pueden ser rasgos de la personalidad de un niño y lo que se identifica como un problema de salud mental. La diferencia radica en si esos rasgos de personalidad provocan limitaciones en el funcionamiento diario en el entorno social, escolar y familiar. En casos donde el comportamiento del niño se traduzca en una alteración de la normalidad, acudir a un profesional no es un estigma sino una decisión que mejora las vidas del menor y delos padres. La prevención resulta clave para evitar que los trastornos se cronifiquen y se agraven. "Lo principal es que los profesionales sanitarios visibilicemos este problema con naturalidad, ya que esto redundará en una detección precoz", señala Alfonso Amado.

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Tras la sospecha de la existencia de un problema, hay que realizar pruebas diagnósticas con herramientas objetivas y elaborar una historia clínica exhaustiva. En el ámbito sanitario, la colaboración multidisciplinar entre las distintas especialidades médicas, como neuropediatría, psiquiatría, psicología, pedagogía y logopedia, mejora mucho el pronóstico. "El enfoque tiene que ser de colaboración. Los especialistas, la familia y el centro escolar tienen que trabajar de manera coordinada para conseguir el mejor resultado", asegura el neurólogo. Los expertos afirman que existe una subestimación de la intensidad de los síntomas por parte de las familias. Esto se traduce en que muchos hijos e hijas no reciban un tratamiento adecuado para sus problemas. "Aproximadamente un 5 %, o uno de cada 20 niños y adolescentes, tendrá un episodio depresivo antes de cumplir los 19 años", añade Amado.

Un estudio publicado por Unicef cifra en 79.487.000 los menores de 10 a 14 años con alteraciones mentales en el mundo. De ellos, el 56 % corresponde a chicos, mientras que el 44 % restante afecta a las chicas. La presión académica, la sobreexposición a los dispositivos tecnológicos y las dinámicas familiares negativas son las principales causas de estos trastorno. La comprensión y el acompañamiento ayudan a los menores a relajar las expectativas y a fomentar la autoestima en una sociedad llena de exigencias. En ocasiones, la atención y los cuidados se convierten en un privilegio como consecuencia de la falta de tiempo, pero es importante recordar que se trata de una inversión a futuro para garantizar el bienestar y la felicidad de los menores.

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