Las enfermedades cardiovasculares son la primera causa de mortalidad en mujeres, 10 veces más que el cáncer de mama. Sin embargo, sigue existiendo hoy en día mucho desconocimiento entre las mujeres sobre la necesidad de cuidar su corazón, sobre todo, a partir de la menopausia. Tal como explica la doctora Esther Merino Lanza, especialista en Cardiología y experta en la Prevención y rehabilitación cardiaca del Hospital Universitario Quirónsalud Madrid, “los niveles bajos de estrógenos (una hormona femenina) después de la menopausia, aumentan el riesgo de presentar enfermedades cardiovasculares.

Factores de riesgo
Existen cinco factores de riesgo fundamentales que pueden provocar enfermedades cardiacas como un infarto o un ictus. Entre ellos, la doctora Merino destaca el tabaco como el más nocivo. A este le siguen la hipertensión, el colesterol, la diabetes y el sobrepeso. Pero si controlamos estos factores mediante un estilo de vida saludable, la probabilidad de padecer este tipo de dolencias se reduce considerablemente. Por ejemplo, podrían evitarse hasta el 80 % de los ictus.
Otros factores que también aumentan el riesgo de enfermedad cardiovascular son el sedentarismo, la ansiedad, el estrés, la depresión y el insomnio. “Dormir menos de 6 horas al día incrementa el riesgo de problemas cardíacos”, indica la experta. Durante el sueño, baja la presión arterial, lo que ayuda a reducir los factores asociados al estrés. Además, cuando estamos estresados, aumenta nuestra tensión arterial y nuestra resistencia a la insulina, que conlleva mayor riesgo de diabetes.

Por último, existen otras causas no prevenibles que incrementan el riesgo de enfermedad cardiovascular. Entre ellas cabe señalar el haber padecido presión arterial alta o diabetes durante el embarazo (que puede aumentar el riesgo a largo plazo de la madre de tener presión arterial alta y diabetes); los antecedentes familiares de enfermedades cardiacas o padecer el síndrome de ovarios poliquístico.
Cómo cuidarse
Sin duda, llevar un estilo de vida saludable ayuda a reducir el riesgo de enfermedades cardiacas. Esto pasa por dejar de fumar, controlar el estrés, realizar ejercicio y seguir una dieta mediterránea rica en frutas, verduras y cereales integrales, y baja en lácteos, carnes rojas, sal y azúcares. Tal y como indica la doctora Merino, “pasear está bien, pero para entrenar el corazón debemos realizar ejercicio de intensidad moderada tres veces por semana combinado con ejercicios de fuerza dos veces a la semana, para cuidar nuestros huesos frente a la osteoporosis”.

Respecto a la sal, indica que no debemos sobrepasar los 3 g diarios (una cucharadita de café). Y huir de los azúcares de absorción rápida presentes en zumos, miel, bollería industrial, etc. Para controlar el colesterol, nada mejor que evitar los “animales de cuatro patas” y los productos derivados de ellos: carne de vacuno, cerdo y cordero, mantequilla, quesos…
Detectar un infarto
Aunque se ha hablado mucho sobre que la mujer tiene síntomas más inespecíficos cuando le da un infarto, lo cierto es que existe uno bastante común tanto a hombres como a mujeres: la opresión en el pecho. “Una de mis pacientes me contó en consulta que cuando le dio el infarto estaba en casa y sintió como le apretaba el pecho. Se encontraba un poco mal y mareada, pero nunca pensó que fuera un infarto, y se puso a hacerle la cena a su hijo de 15 años. No fue hasta pasadas unas horas cuando se decidió ir a urgencias. Pero el corazón es un músculo y el tiempo es músculo. Cuanto más tiempo pase desde los primeros síntomas hasta la llegada al hospital, más dañado estará el corazón y más aumentan las probabilidades de morir”, explica la experta. Por ello, ante síntomas como dolor opresivo en el pecho, fatiga inusual o problemas para respirar, debemos acudir a urgencias.