La vitamina K, a menudo eclipsada por sus hermanas más famosas, la vitamina D y la vitamina C, es un pequeño pero muy poderoso aliado de nuestra salud. Reconocida desde hace tiempo por su papel crucial en la coagulación de la sangre, esta vitamina ha ganado nueva atención gracias a un estudio reciente publicado en Science según el cual parece ser capaz de ralentizar la progresión del cáncer de próstata. Una razón más para prestarle la debida atención. “La vitamina K pertenece al grupo de las vitaminas liposolubles, es decir, que se disuelven en las grasas, y es esencial para la coagulación sanguínea. En concreto, garantiza el correcto funcionamiento de una enzima que permite la síntesis de algunas proteínas implicadas en la coagulación”, explica Ilenia Grieco, bióloga nutricionista y fundadora del método Private Nutrition, un nuevo enfoque nutricional que pretende crear recorridos personalizados y dedicados diariamente.

Los beneficios de esta vitamina van mucho más allá de la simple coagulación. La vitamina K juega un papel vital en el mantenimiento de la salud ósea, ya que ayuda al cuerpo a absorber el calcio y fijarlo en los huesos. Por tanto, su acción es especialmente importante para prevenir la osteoporosis y mantener una estructura ósea sólida, especialmente a medida que envejecemos. Pero eso no es todo: la vitamina K2 en particular parece proteger el corazón, ayudando a prevenir la calcificación de las arterias y promoviendo la salud cardiovascular.
No es de extrañar, por tanto, que desde hace un par de años se estén realizando algunos estudios para investigar su posible uso en la prevención de la enfermedad de Alzheimer. Desafortunadamente no todo el mundo es capaz de mantener niveles óptimos de esta vitamina. Según la Biblioteca Nacional de Medicina , aproximadamente el 13% de los adultos tienen deficiencia. Las causas pueden ser muchas: una dieta baja en grasas, enfermedades intestinales como la celiaquía, uso prolongado de antibióticos o fármacos que interfieren en la absorción intestinal, como los anticonvulsivos.

La deficiencia se manifiesta con síntomas fácilmente reconocibles, como hematomas repentinos, sangrado de las encías o las fosas nasales y una mayor predisposición a fracturas óseas incluso por traumatismos menores. ¿Dónde se encuentra la vitamina K? En verduras de hojas verdes , como las espinacas, la col rizada y la acelga, en productos animales, como la carne, los huevos y los quesos curados, pero también en alimentos fermentados como el kimchi, el miso y el kéfir.
"Un menú concreto podría ser este: kéfir con ciruelas y arándanos para el desayuno, un kiwi a media mañana, brócoli al horno con mozzarella para el almuerzo, un puñado de pistachos sin sal para media tarde y para la cena tiras de pollo con hinojo, aceitunas, naranja y rúcula", sugiere Grieco. Si nuestra dieta no aporta un aporte adecuado de vitamina K, los suplementos alimenticios pueden ser una solución válida, pero deben ser prescritos por un médico, especialmente en caso de uso concomitante de anticoagulantes. La vitamina K es, de hecho, un compañero poderoso y preciado, pero debe manejarse con cuidado, para poder aprovechar al máximo su potencial.

Beneficios de la Vitamina K
1. Coagulación sanguínea: La función más conocida de la vitamina K es su papel en la coagulación de la sangre. Sin suficiente vitamina K, el cuerpo no puede producir las proteínas necesarias para que la sangre coagule adecuadamente, lo que puede llevar a hemorragias.
2. Salud ósea: La vitamina K también es fundamental para la salud ósea. Ayuda a regular el metabolismo del calcio en los huesos y en el tejido óseo, lo que puede reducir el riesgo de fracturas y osteoporosis.
3. Salud cardiovascular: Algunos estudios sugieren que la vitamina K puede ayudar a prevenir la calcificación de las arterias, lo que contribuye a una mejor salud cardiovascular.
4. Función cognitiva: Investigaciones recientes han comenzado a explorar el papel de la vitamina K en la salud cerebral, sugiriendo que puede tener un efecto positivo en la función cognitiva y en la prevención de enfermedades neurodegenerativas.
Este artículo se publicó originalmente en Marie Claire Italia. Traducción y adaptación: Lucía Garrido Vázquez.