Hay que tener cuidadito con lo que se dice. El de no despejar las dudas acerca de la estupidez propia es el mejor consejo que se le puede dar a quien va por primera vez a un sitio. Ese y que convierta en trapo cualquier pantalón de talle bajo que aún ronde por su casa. (En ningún lugar del globo terráqueo, salvo en un agujero de gusano directo a 2005, serán preferibles a unos altos).
Pero Andalucía no es Argentina. Nombrar lo que protege a un molusco en Argentina logrará que las madres tapen, alarmadas, los oídos a sus hijas. Pero Andalucía no es Argentina. Tampoco México. A nadie se le abrirán los ojos para retener el espanto tras los globos oculares al oír un "voy a coger el autobús". La extrañada, en el sur de España, vas a ser tú.
Porque el andaluz no es un acento. Los finales de los participios exterminan la consonante intervocálica y tajan las palabras o las dejan encajadas, como en despistao o atontá, pero no existe un manera cerrada, definida, de pronunciar las palabras común a toda Andalucía. Lo de Susana Díaz . En los pueblos que bordean Sevilla y lindan con Huelva y Cádiz, las eses se endurecen, se ponen tiesas, y saco de semillas puede acabar convertido en zaco de cemillas. Esa elle gotea y se pronuncia a través de la lengua en lugar de entre las muelas, como una y(e).
Que cada localidad tiene sus diferencias fonéticas lo explicó a mediados del siglo XX el filólogo Manuel Alvar, que recorrió la comunidad andaluza anotando divergencias en la forma de pronunciar y de rellenar de sentido las palabras. Montarse en el coche en Sevilla, parar a tomar una tapa en Málaga y cenar en Granada lo confirma.
Tampoco el andaluz es una lengua. Para el filólogo, el fenómeno lingüístico que se produce en Andalucía es el del dialecto. Si la lengua española se imagina como una mandarina, lo hablado en Andalucía es un gajo. Los saquitos de zumo que lo conforman, las variedades locales.
Y en el saco de Sevilla hay comidas, zapatos, despedidas, preceptos y adverbios de cantidad. En el colegio, las niñas dispuestas a hacer deporte meterán los botines en la mochila, nunca los "tenis” o las "zapatillas deportivas". Con lo que te toparás en Semana Santa al caminar por el centro serán bullas, jamás "aglomeraciones". Y el traje de la Feria no se llama "traje de faralaes". Se llama traje de gitana. O de flamenca. Referirse a él como "faralaes" delata la forastería.
Es que me da coraje
La expresión más extendida de todos los andalucismos. La patata de los andalucismos. No significa que el objeto de tu queja te proporcione valor. Indica que te irrita o frustra. Por ejemplo: “No, hombre, no me enfado porque me hayas dejado en doble tick azul durante una semana y media, pero me da coraje”.

Bullas, bullas, bullas
Esa masa de personas reventando la burbuja del espacio personal, pegaditas y sudorosas, se llama, sevillanamente, bulla.

Jincarse
Pino puente y salto moral del verbo hincar, que aspira de nuevo la hache inicial y en lugar de clavar algo se transforma en comer, ponerse hasta arriba. Contiene una leve connotación de reproche. “Anda que te has jincao tú solita todo el helado que quedaba en el congelador, ¿eh?”.

Esto no es un jersey
Aquí, cualquier prenda de punto cerrada destinada a cubrir el tronco del cuerpo humano y con espacio para introducir los brazos y la cabeza se llama chaleco. El chaleco mesetario en Sevilla, el que no tiene mangas, es también un chaleco.

Tekiyá
Otro, junto con fite tú y el montadito de pringá, de los más célebres emparedados hispalenses. Fite tú se encuentra en las colas del Mercado de Triana, el montadito de pringá, en la calle Harinas, y tekiyá, en las columnas de Antonio Burgos. Descomprimida, la palabra revela un incisivo “¿te quieres ir ya?”. Marie Claire recomienda su empleo moderado.

Estás cuajá
Cuajá, participio rasurado de cuajada, del verbo cuajarse. A diferencia de la connotación norteña, que señala agallas o gallardía, “estar cuajada” denuncia densidad en el flujo de ideas. “¿Cómo que las estelas blancas que dejan los aviones en realidad son productos químicos que una organización supraestatal rocía a diario para enfermarnos, qué estás diciendo? Ya te he explicado que es un bulo conspiranoico, tía, que no te enteras de nada, que estás cuajá”.

Una chuminá
Una nadería, una fruslería, una tontería, una estupidez. Ejemplo de uso: “El vídeo viral de la piña que se despelleja con los dedos es una chuminá”. De forma andaluza, no solo sevillana, se remata habitualmente con un “de la Carlota”. “Recorre media ciudad para comerte un cupcake solo porque es de Nueva York es una chuminá de la Carlota, pero es que mira que están buenos”.

Jartible
Jartible, adjetivo derivado del verbo jartar, oralmente nacido a partir de la aspiración de la hache inicial de hartar. Señala a cualquier persona que insiste sin mesura, que harta. Ejemplo de uso: “Qué jartibles son, de verdad te lo digo, los niños cuando cumplen los 13 años, todo el santo día montando el numerito“.

Arrecío
Participio laminado del verbo arrecir. Significa lo que aclara el diccionario de la Real Academia: entumecido por el frío. Modo de empleo: “Claro, llegan aquí los de Madrid, que se creen que estamos en Canarias, y se van peladitos del frío. Porque allí el frío es seco, pero aquí se te mete en los huesos. Te pones ropa y más ropa y no hay manera. ¿No ves que hay una humedad tremenda? Tremenda, tremenda. Si es que sales a dar un paseíto cerca del río y te quedas arrecía”.

Un par de botines
No agarran el tobillo, pero por qué deberían hacerlo. En Sevilla, las zapatillas deportivas son, por lo general, conocidas como botines.

Malaje
Sinónimo de "retorcido". A veces designado con cariño. Otras, no. Un ejemplo: “Oye, que alguien no piense como tú no te da permiso para humillarle públicamente en cuanto consigues estar tú en una posición de poder. No seas malaje”.

Es un capillita
Categoría de aficionado a la Semana Santa que el Domingo de Resurrección comienza la cuenta atrás para el Viernes de Dolores del próximo año. Alternativa a “cofrade”. De manera frecuente, pronunciado con retintín.

Majara
Cuentan que procede del árabe mahram, que designa a la persona con la que casarse, según el islam, queda prohibido por razones de parentesco. En Sevilla (y en la mayor parte de Andalucía) se usa como un apelativo cariñoso que sustituye a “loco”. Sus derivados empiezan con “majarón” y continúan con “majareta”. Aquí la jota no es muda, pero sí ronca: se debe pronunciar con suavidad. “Hombre, si yo fuera tú no iría con pantalones de ciclista y tacones por la calle, que esto es Sevilla. Se van a creer que estás majara. O peor: que eres bloguera”.

Saboría
De sabor, desabrido o desaborido, encargado de calificar aquello insulso, inane, insípido. En verano Sevilla ahorra en árboles por las calles (solo un inconsciente, o un turista, sale a caminar por el centro de la ciudad entre los meses de junio y octubre) y durante todo el año, en prefijos y sufijos.

Una mijita
Adverbio de cantidad. Indica que algo es escasísimo, menos que “poco”. Sus antónimos absolutos: “una pechá” o "una jartá".

Tintibalero
Más habitual en los pueblos aledaños que en la ciudad, tintibalero contiene toda la música que cualquier sinónimo de libélula debería contener.

Calentitos
Los churros son “churros, de los finitos”. Los churros son “churros, de los gordos”, nunca “porras”. Toda masa de harina, agua y sal es conocida como churro. Aquí los churros son churros y las porras son churros y las porras y, en los rincones con mayor raigambre sevillanista, los churros son “calentitos”.
