Hablamos con una psicóloga de la dismorfia corporal, las conductas compulsivas y su relación con las redes

El trastorno dismórfico corporal se camufla en comportamientos y pensamientos compulsivos y afecta a los adolescentes y a sus padres. 
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De acuerdo a un estudio de Psicología y Ciencias de la Universidad Oberta de Catalunya, entre un 2 y 3% de la población española sufre Trastorno Dismórfico Corporal (TDC), conocido por el gran público como dismorfia o dismorfia corporal. Según la miembro del Grupo Español de Dermatología Estética y Terapéutica (GEDET) de la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV), la doctora Cristina García Millán, se trata de un trastorno mental en el cual una persona se preocupa obsesivamente por algún defecto o imperfección en su apariencia física, conforme a los cánones normativos, aunque sea mínimo o inexistente. "Esta reocupación excesiva puede interferir en la vida diaria y causar angustia emocional significativa", añade.

 La psicóloga experta en terapias cognitivas conductuales, trastornos de la ansiedad y psicoterapia orientada a niños y adolescentes, Anabel Sánchez, puntualiza que se encuentra dentro de la clasificación de trastornos por ansiedad y que está relacionado con los Trastornos Obsesivos Compulsivos (TOC).

Young woman sitting at the bed and looking through the windo - Getty Images

BANDERA ROJA

La doctora García Millán afirma que no hay un perfil que se pueda asociar a este trastorno, no hay un prototipo de paciente. Sin embargo, sí que hay una serie de banderas rojas, un término que no

para de rebotar en redes sociales ligado especialmente a las relaciones amorosas, que indican que

para de rebotar en redes sociales ligado especialmente a las relaciones amorosas, que indican que algo va mal y sobre eso precisamente hace hincapié la psicóloga Anabel Sánchez, "la persona que siente esta excesiva preocupación por su aspecto intenta encontrar la solución mediante conductas compulsivas como mirarse excesivamente al espejo, asearse de forma exagerada, rascarse la piel o hacer mucho deporte para corregir alguna parte del cuerpo. Esto genera a su vez pensamientos compulsivos que corroboren la creencia de que hay una parte horrible en ellos". Y es en este punto en el que el trastorno comienza a afectar al resto de las facetas de la vida del paciente.

Hoy en día, por suerte, el tema de la salud mental está mucho más normalizado y especialmente los más jóvenes hablan abiertamente de ello. Sin embargo, como eco de la sociedad polarizada, este aparente avance también cuenta con su talón de Aquiles: caer en las generalizaciones, algo que podemos observar simplemente pasando un rato haciendo scroll en redes sociales. De repente, todos nos hemos convertido en expertos en el campo de la psicología y los vídeos que enumeran supuestos síntomas o comportamientos asociados a ciertos trastornos pululan por las diferentes plataformas como lo hace cualquier vídeo de Harry Styles con su última conquista. "Puede que todos en alguna ocasión nos hayamos sentido descontentos con alguna parte de nuestro cuerpo, pero cuando hablamos de un trastorno con síntomas clínicamente diagnosticados significa que comienza a haber problemas en otras áreas de la vida y eso me lleva a ser menos funcional", indica la psicóloga.

QUIÉNES LA SUFREN

Si bien es cierto que cualquier persona puede sufrir dismorfia, como afirmaba la doctora Cristina García Millán, Anabel Sánchez distingue dos grupos en consulta y el principal está compuesto por adolescentes cuya edad oscila entre los 16 y 17 años, aunque hay síntomas que pueden apreciarse desde los 13. "Me parece preocupante la exposición que tienen los niños y jóvenes a ciertos contenidos a través de internet. He tenido pacientes de 8 años en consulta quejándose de su físico y con problemas de autoestima por ello. Las adolescentes llegan a despreciarse y a compararse con otras amigas a las que

Por otra parte, la psicóloga habla también de los adultos con edades comprendidas entre los 45 y 60 años que se desviven por mantener ese aspecto jovial que la sociedad les demanda. "Me parece estupendo querer verse bien. Tenemos herramientas a nuestro alcance para hacernos sentir mejor, pero hay que saber utilizarlas para que realmente cumplan esta finalidad. Cuando esto se lleva a un extremo y genera una necesidad, una ansiedad, nos estamos equivocando de camino y no es sano a nivel mental". Y es que quizás esto sea el verdadero edadismo que tan en boga está ahora debido a la controversia de las relaciones entre personas con una

diferencia de edad abismal, porque no, el concepto no se trata de aquello de lo que nos intentan convencer, sino de la forma que tenemos de entender el envejecimiento y la vejez, perpetuando muchas veces supuestos asociados a las personas mayores llegando a invalidar sus pensamientos, acciones o sentimientos haciéndolas sentir inservibles porque se ha acabado su tiempo útil como ciudadanos en el modelo capitalista.

MAMÁ, SOLO UN POQUITO MÁS

Aún a riesgo de parecer boomers siendo millennials, estamos a punto de señalar eso de que antes la infancia era mejor. Hoy el nuevo chupete es el teléfono móvil que al igual que el primero consigue calmar más a los padres que a los niños. Antes los bebés venían con un pan debajo del brazo y ahora, a fuerza de pataleta, con el último modelo de iPhone.

"Las redes sociales influyen muchísimo en el trastorno de dismorfia de la población cuando la mayoría de los cuerpos que vemos en las plataformas están editados. Ahora que se acerca el verano este

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