En un mundo donde la confianza en una misma se celebra constantemente, la línea entre orgullo y soberbia puede volverse difusa. Según Jack Lewis, autor de La ciencia del pecado (27,50 euros en Almuzara Libros), la soberbia no solo está profundamente arraigada en nuestra naturaleza humana, sino que también puede ser una fuerza destructiva si no la manejamos adecuadamente: "El orgullo solo es una virtud cuando se mantiene en secreto. Si alguna vez recibimos elogios y queremos evitar caer en desgracia ante los demás, lo mejor que podemos hacer, al parecer, es negarlos o desviarlos educadamente". El objetivo de este artículo es explorar cómo la soberbia, esa reina de los pecados, puede convertirse en un obstáculo tanto en nuestra vida profesional como personal, y cómo la humildad puede ser nuestra mayor aliada para el éxito.
Eso sí, antes de entrar en materia, es interesante hacer hincapié en una frase que defiende Lewis a capa y espada, "la soberbia no es del todo mala". De hecho, destaca que "el gran filósofo Aristóteles la consideraba incluso una virtud, no una virtud cualquiera, sino nada menos que la «corona de las virtudes»". Su razonamiento era el siguiente: "una persona orgullosa se siente merecedora de grandes cosas y, por tanto, motivada para conseguirlas. Este concepto concreto de orgullo implica tener la suficiente confianza en uno mismo y la determinación para no sentirse intimidado por los retos que surgen cuando se afrontan objetivos ambiciosos". Pese a que esta es solo una de las miles de ideas al respecto, nunca debemos desechar la reflexión de un gran pensador como Aristóteles.
La soberbia desde una perspectiva neurocientífica
El cerebro y la soberbia: ¿es natural o la adquirimos?
De acuerdo con la reflexión de Lewis, la soberbia no es una simple invención moral. Desde una perspectiva biológica, tiene sus raíces en nuestro desarrollo neurológico. "Las emociones básicas de alegría, tristeza, ira, miedo, asco, curiosidad y sorpresa surgen en los primeros seis a doce meses después del nacimiento. Las emociones autoconscientes, entre ellas el orgullo, no aparecen hasta más adelante en el desarrollo neurológico", indica el experto. Alrededor de los dos años, comenzamos a desarrollar emociones autoconscientes, como el orgullo."El orgullo que sienten los niños es una recompensa emocional por haber vencido sus miedos y alcanzado sus objetivos", leemos en el citado libro.
Sin embargo, esta emoción, que inicialmente nos impulsa a explorar y superar barreras, puede transformarse en soberbia cuando no se regula adecuadamente. Un exceso de soberbia activa comportamientos competitivos que pueden generar aislamiento y conflictos en lugar de colaboración. De hecho, el orgullo y su dualidad como virtud y pecado según la psicología moderna es un tema que tratan ilustres filósofos contemporáneos.

La ciencia del pecado
La ciencia del pecado ¿Por qué hacemos cosas que sabemos que no deberíamos hacer?, Jack Lewis
Soberbia y aislamiento social
Una de las principales consecuencias de la soberbia es el aislamiento. Lewis destaca que los comportamientos problemáticos asociados con los siete pecados capitales, incluida la soberbia, tienden a generar desconexión social. "Todos los comportamientos problemáticos descritos por los siete pecados capitales tienden a conducir al aislamiento social, que tiene un impacto profundamente negativo en el bienestar del individuo", detalla el neurobiólogo. En el mundo profesional, esto puede traducirse en la incapacidad de trabajar en equipo o de aceptar críticas constructivas, obstaculizando el éxito a largo plazo.

Las trampas de la soberbia en la vida cotidiana
El éxito como catalizador del orgullo desmedido
En la cultura pop, vemos innumerables ejemplos de personajes cuya soberbia los lleva a la caída. Desde Tony Stark en el universo Marvel hasta Miranda Priestly en El diablo viste de Prada, la narrativa es clara: la soberbia puede ser un arma de doble filo. Lewis subraya que "sentirse orgulloso de algo es aceptable cuando se utiliza como herramienta para ayudarnos a mejorar y superar obstáculos, pero presumir de los logros que se derivan de esta estrategia no lo es en absoluto". Esto se puede traducir en actitudes que erosionan la confianza y el respeto de amigos y subordinadas. Nadie quiere trabajar con alguien que no puede reconocer el valor de las contribuciones de los demás.
Relaciones personales y la falta de humildad
Por supuesto, la soberbia también puede dañar nuestras relaciones personales. Cuando nos cuesta admitir errores o reconocer los logros de nuestras amigas y familiares, podemos sembrar resentimiento y distancia emocional. Al mismo tiempo, de acuerdo con Lewis, la humildad no solo es una virtud moral, sino una necesidad biológica para la cooperación y la supervivencia. "Para una especie intensamente social como el ser humano, es un prerrequisito vital para nuestra paz mental, satisfacción y buena salud", señala el neurobiólogo, algo que puede casar con una buena -aunque complicada- gestión de la soberbia.
La humildad como herramienta para el éxito
Neurociencia de la humildad
A pesar de que la soberbia puede parecernos natural, la humildad tiene bases científicas que la respaldan como un comportamiento beneficioso. La neuroplasticidad, por ejemplo, demuestra que podemos entrenar nuestro cerebro para adoptar actitudes más colaborativas. "La neuroplasticidad describe el proceso por el cual cualquier cosa que hagamos de forma regular e intensiva induce cambios físicos en el tejido de nuestro cerebro", explica Lewis. Este principio nos invita a practicar la humildad de manera consciente, lo que no solo mejora nuestras relaciones sociales, sino también nuestra salud mental y física.

Prácticas diarias para cultivar la humildad
Incorporar la humildad en nuestra vida diaria puede ser tan sencillo como:
- Escuchar activamente sin interrumpir.
- Reconocer los logros de las demás sin envidia.
- Admitir nuestros errores y aprender de ellos.
Lewis también destaca el papel de las historias y narrativas compartidas en la construcción de comunidades fuertes. "Las historias atraen a la gente emocionalmente, de una manera que las listas de hechos e instrucciones simplemente no hacen", compartir nuestras experiencias con honestidad y vulnerabilidad puede fortalecer nuestros lazos sociales.
El equilibrio entre orgullo y humildad
El orgullo en sí mismo no es negativo; tal y como menciona Aristóteles, puede ser "la corona de las virtudes". Sin embargo, debemos asegurarnos de que este no se convierta en soberbia. Encontrar el equilibrio es clave para mantener relaciones saludables y un éxito sostenible. Jack Lewis nos recuerda que, en última instancia, la humildad no solo nos beneficia a nivel individual, sino también colectivo. "Hemos demostrado ser capaces de conseguir mucho más juntos y con mucha más facilidad que cualquier persona en solitario", subraya en su texto.

El poder transformador de la humildad
La soberbia puede ser tentadora, especialmente en un mundo que celebra el éxito individual. Sin embargo, como hemos explorado, esta puede ser una barrera significativa para nuestro crecimiento personal y profesional. En cambio, la humildad nos permite construir relaciones más fuertes, fomentar la cooperación y, en última instancia, alcanzar un éxito más significativo y duradero. Después de todo, como bien dice Lewis, "la colaboración flexible con un gran número de individuos, tanto con extraños como con parientes, es lo que ha permitido a nuestra especie dominar finalmente todo el planeta"