Hay coches que se conducen, y otros que se sienten. El nuevo CUPRA Tindaya pertenece sin duda a esta segunda categoría. Presentado en la IAA de Múnich 2025, este showcar no es un simple ejercicio de diseño futurista: es un manifiesto emocional y sensorial que desdibuja los límites entre la tecnología, la emoción y la estética. Un coche que no solo se ve, sino que se experimenta, casi como una instalación artística que palpita con cada mirada.
Con más de 15 meses de desarrollo, Tindaya es el resultado de una colaboración profundamente interdisciplinar entre los equipos de diseño exterior, interior, digital y de materiales. El objetivo era ambicioso: crear un vehículo que represente la visión de CUPRA para el futuro, sin perder el contacto con lo esencial. Esa filosofía se resume en una idea provocadora: "sin conductor, no hay CUPRA".
La marca, que este año ha sido clave en el resurgir del grupo español —como demuestra cómo CUPRA impulsa el crecimiento de SEAT en 2025—, da con el Tindaya un paso más allá en su evolución. Lo hace apostando por la emoción como eje del diseño, con un interior transformable que parece flotar, materiales que reaccionan al tacto, un prisma central que responde a los gestos, y un juego constante entre luz, color y sonido.
Pero este no es un coche que solo se queda en el “wow” visual. En realidad, funciona como un adelanto de cómo se verán —y se sentirán— los CUPRA del mañana. Como en su nuevo modelo de producción, cuya filosofía también se centra en la identidad única: Un nuevo CUPRA, con diseño y estilo únicos, y que toma inspiración directa de este viaje sensorial hacia lo desconocido.
Origen: El conductor como epicentro emocional
Todo comenzó con una afirmación potente: sin conductor, no hay CUPRA. Una declaración que transformó cada decisión de diseño. En lugar de seguir la tendencia de lo autónomo o impersonales cabinas digitales, CUPRA apostó por devolverle protagonismo al ser humano.
Las puertas laterales se abren para liberar el espacio interior como si se tratara de un escenario íntimo. Cada línea, curva y material está pensado para que el piloto se sienta en el centro del universo, abrazado por una arquitectura que lo conecta emocionalmente con la máquina.

Fusión de disciplinas: un diseño que respira
El proceso creativo no se compartimentalizó: diseño exterior, interior, digital y color se integraron como si fueran uno solo. Esa fusión se refleja en cada detalle: desde la forma en que el coche atrapa la luz hasta cómo cambia de textura con el roce.
Esta coherencia permite que el Tindaya se sienta vivo, más que un objeto. Una pieza que respira, que cambia con la luz del día, con la posición del espectador, con la forma en que se interactúa con él.

El corazón del interior: un prisma que vibra
En el centro del habitáculo encontramos un prisma de cristal. No es un simple adorno, sino un núcleo interactivo que canaliza luz, sonido y sensaciones táctiles. Al tocarlo, se activan diferentes modos que transforman el ambiente interior, como si el coche tuviera alma.
Esta pieza simboliza la conexión entre tecnología y emoción: una interfaz casi mágica que responde a nuestros gestos y transmite energía, calma o dinamismo.

Materiales vivos: cuando el coche te responde
Uno de los aspectos más innovadores del Tindaya es el uso de materiales reactivos. Superficies que cambian de textura o color al contacto. Tapicerías que responden a la temperatura de la mano. Paneles que brillan con un solo roce. Esa sensibilidad transforma la interacción con el coche en algo íntimo y sensorial, casi como un diálogo entre piel y máquina.

Estático pero en movimiento: la paradoja del diseño
Aunque el Tindaya esté detenido, da la sensación de que se está transformando continuamente. El color fluye desde el frontal hasta la parte trasera en una transición hipnótica, mientras las llantas y los detalles geométricos varían visualmente según el ángulo. Este efecto refuerza la idea de que el diseño no es estático, sino que vive, evoluciona y se adapta a nuestro punto de vista.

La alquimia del color: un reto artesanal
Para lograr la transición perfecta entre los dos tonos del exterior, los diseñadores utilizaron un enfoque manual, capa a capa, combinando texturas mates y brillantes.
Ese trabajo meticuloso fue esencial para que el coche capturara la luz con naturalidad, aportando una sensación de fluidez cromática que refuerza su carácter escultórico y artístico.

Diseño háptico: sentir más que tocar
El Tindaya lleva la interacción más allá de lo visual. Implementa un sistema háptico donde las superficies internas reaccionan al contacto con estímulos luminosos, sonoros o de vibración. Esa tecnología, inspirada en los principios del diseño emocional, transforma el habitáculo en un organismo sensible, que responde con sutileza a cada gesto.

Creatividad sin red: asumir el riesgo
Crear un coche tan conceptual exigió salir de la zona de confort. Durante más de un año, los equipos de diseño experimentaron con materiales que no estaban en el mercado, efectos visuales inéditos y tecnologías emergentes. Ese riesgo creativo ha sido parte esencial del proyecto: porque sin riesgo, no hay innovación. Y sin emoción, no hay diseño que conmueva.

Una visión que marcará los próximos modelos
Lejos de ser un experimento aislado, el Tindaya actúa como un laboratorio de ideas. Muchos de sus principios —el conductor como centro, la interacción háptica, el diseño fluido— estarán presentes en los futuros CUPRA.
Esta estrategia es coherente con el momento que vive la marca: una expansión creativa y comercial donde cada lanzamiento se convierte en un statement de identidad.

Conectar con lo tangible: de lo digital a lo físico
En un mundo saturado de pantallas y realidades virtuales, el Tindaya apuesta por volver a lo físico, a lo que se puede tocar, oler, sentir. Esa recuperación de lo tangible permite reconectar con la emoción más básica: la del asombro sensorial. Con ello, CUPRA reivindica la belleza de lo real, sin renunciar a la innovación.

Una obra de arte con ruedas
El Tindaya no es un producto, sino una pieza artística en movimiento. Cada línea, cada textura, cada transición de color está diseñada para provocar una reacción, una emoción. Como una escultura cinética, el coche está vivo, incluso cuando no se mueve. Y su lenguaje es universal: luz, sonido, forma y emoción.

CUPRA y el arte de imaginar
Este nuevo viaje a lo desconocido demuestra que CUPRA no teme a los desafíos. Imagina, arriesga y crea con una identidad clara: ser disruptiva, sensorial y profundamente humana.

Y si esta es la dirección que tomará el futuro automotriz, una cosa es segura: conducir nunca volverá a ser lo mismo.