Historia del cuidado del cabello: Desde María Antonieta a la actualidad

Desde los peinados del imperio asirio, pasando por el imperio romano, hasta la Edad Media, la Edad Dorada, el Romanticismo del siglo XIX, el siglo XX y la influencia del cine.
María Antonieta, reina de Francia y sus icónicas pelucas.

Es difícil conocer cuándo comenzó el ser humano a cuidar su pelo como parte de su imagen. El hombre se peinaba y se cortaba el cabello, más como una cuestión práctica que de verse bien. Pero la importancia estética (y espiritual) se encuentra ya en las antiguas civilizaciones.

Evolución de la historia del cuidado del cabello

En el imperio asirio, los looks de pelo (de cabeza y barba) eran auténticos espectáculos, con melenas que caían en cascada con cuidados rizos. Pensemos también en el famoso peinado de las mujeres egipcias o en la cabeza rapada de los sacerdotes de sus templos.

Las pelucas y extensiones eran un recurso habitual sobre todo en las clases poderosas. Intrincados peinados de rizos, ondas y recogidos eran normales en Grecia, así como las cabezas rapadas en los esclavos. En Roma, el gremio de los peluqueros llegó a ser bien poderoso.

Mujeres en la antigua Roma.

Había postizos, tintes, herramientas de styling y todo tipo de elementos de adorno. De manera histórica se han creado modas y, durante milenios, los peinados han se relacionado con las clases sociales. Arreglarse el pelo marcaba las diferencias entre las clases populares y la aristocracia (o la burguesía después).

La Edad Media trajo consigo contención en los peinados. Las cabezas se desprendieron de ornamentos y la melena de las mujeres se recogió en trenzas. La austeridad reinó hasta la llegada del Renacimiento, cuando volvieron a rescatarse peinados clásicos y la melena suelta.

La cosa empezó a complicarse en looks cada vez más sofisticados y trabajados y en cambios de color. En la Venecia renacentista se decoloraba el cabello con una fórmula que hoy hace temblar de terror: se aplicaba una solución de sosa natural y se dejaba la cabeza al sol durante horas.

De hecho, el devenir histórico ha dejado grandes excesos, hoy en forma de anécdota, en lo que a peluquería y pelos se refiere. La segunda edad dorada de las pelucas llegó con la corte de Luis XIV en Francia, pero porque el rey estaba calvo.

La frente despejada de Isabel de Inglaterra, tendencia que siguieron todas las damas de la corte, no fue una moda. Es que la reina padecía alopecia fibrosante, una patología que supone una pérdida capilar en la zona de la diadema (frente y laterales).

Las celebérrimas pelucas de María Antonieta servían de escondite para cartas secretas… aunque eso era lo mínimo que podían albergar los intrincados postizos de las damas de la corte, que se engalanaban con joyas, plumas, pelo humano y animal, frutas y hasta puercoespines.

María Antonieta, reina de Francia y sus icónicas pelucas.

Había que recurrir a armazones para mantener en su sitio semejante dispendio capilar. E incluso en la Ópera de París hubo una revolución porque aquellos postizos con volumen y altura no dejaban ver la función a los que se sentaban detrás.

Cuidado del cabello en los siglos XIX y XX

Durante el Romanticismo del siglo XIX, el peinado siguió siendo una forma de distinción social. Ya no había pelucas, pero sí cabellos muy arreglados, complicados y con buena altura.

Una de las vertientes más llamativas del cabello en esta época es la carga afectiva y sentimental de la que se le consideró portador. “Se convirtió en un hábito regalar un mechón de pelo como prueba de amor, explica Carolina Miguel Arroyo, comisaria de la exposición Teje el cabello una historia, que pudo verse en el Museo del Romanticismo de Madrid.

Además, la comisaria añade que “También se conservaba el cabello de los difuntos, custodiado en cajitas destinadas para ese fin –denominadas guardapelos– y como elemento para la elaboración de joyas o en la composición de cuadros”.

Con el siglo XX y las crisis bélicas y económicas llegaron modas más contenidas, pero el cuidado del cabello desarrolló una boyante industria cosmética y estética que todavía hoy goza de muy buena salud (el alemán Charles Nessler se hizo millonario con el invento de la permanente en 1906).

La actriz Annette Benson, 1929

La influencia del cine primero y de las redes sociales después han servido para viralizar looks, colores, peinados y cortes que se piden por igual en una peluquería de Manhattan que en otra de Oslo.

En definitiva, cuidar de nuestro pelo ha ocupado buena parte del tiempo y los desvelos beauty de la historia de la humanidad, con todas sus implicaciones socioculturales.

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