¿Qué es lo que nos atrae de los secretos? La psicología, la antropología y la fisiología lo saben

El ascenso de nuestra mejor amiga. El divorcio de unos cuñados. Un cambio de trabajo. Una infidelidad. Nos lo dicen confidencialmente, en voz baja, y nos piden que no lo contemos y algo por dentro nos hierve, ¿qué tienen esas confesiones que las hace tan atractivas?
Contar secretos psicología

De lo más banal (una fiesta sorpresa para un amigo, un nuevo corte de pelo...) a lo más trascendental (una separación, un problema económico...). Nos da igual, nos atraen del mismo modo: nos gustan los secretos, pero ¿Por qué? ¿Qué es lo que nos atrae de los secretos? La antropología, la psicología y la fisiología nos responden.

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Curiosos para sobrevivir

Somos curiosos. Antropológicamente curiosos. Y esa curiosidad es la base de la atracción por los secretos. Según el prestigioso antropólogo y biólogo evolucionista británico Robin Ian MacDonald Dunbar, el deseo de conocer distintos aspectos de los demás y de sus vidas es intrínseco en primates y hombres. 

Este profesor de la Universidad de Oxford mantiene que el interés por nuestros semejantes fue el origen de la socialización que permitió la supervivencia de las especies. A su juicio, hace millones de años, los simios empezaron a observarse entre sí, con expectación, y a aproximarse unos a otros para reconocerse, asearse y desparasitarse. La reproducción de esos comportamientos elementales les llevó a inferir una conclusión directa: si conocían al resto y, a través de ese conocimiento, se relacionaban, dejaban de estar aislados y podían sobrevivir mejor

John Hardy, profesor de Neurociencia de la Universidad de Londres, añade una vertiente defensiva a esta teoría. Para él, la curiosidad, además de ser el estímulo de la socialización, aportaba al hombre prehistórico –y sigue aportando al contemporáneo– información logística, operativa, útil para la pura supervivencia: esas frutas que comió aquella tribu, ¿se pueden comer o son venenosas? Esas cabras, ¿pertenecen a algún grupo o se pueden cazar? Conocer las distintas cuestiones de quienes nos rodean, por tanto, es una inclinación innata en el ser humano.

Sentirnos especiales

«Los secretos son un asunto complejo en el que hay varios aspectos que considerar», explica Miguel Silveira, psicólogo y escritor, especializado en Psicología Clínica. 

«Por una parte, al que escucha, conocerlos le hace sentir importante o quizás privilegiado, porque alguien le confía su intimidad, que se supone conocen pocos. Por otra parte, si de informar se trata, contarlos nos da prestancia, nos convierte en el centro de atención, satisface nuestra necesidad de aprobación y de reconocimiento y refuerza nuestro vínculo con el otro o con el grupo», afirma el experto.

Ese sentirnos especiales y únicos, no obstante, se mezcla con otras sensaciones que tienen mucho que ver con nuestra propia personalidad: «A los envidiosos, si el secreto muestra aspectos oscuros, truculentos o indeseables del envidiado, les produce placer saber que también sufre. Nos genera morbo y excitación acceder a las debilidades de los demás, sobre todo si son más poderosos que nosotros. En general, nos alivia y consuela saber que otros, al igual que nosotros, también sufren, que los "ricos también lloran"», dice Silveira.

Cerebro emocional

Fisiológicamente, al recibir un secreto, sea de la naturaleza que sea, se pone en marcha nuestro hemisferio derecho del cerebro, en el que se alojan la capacidad de soñar y de comprender el significado oculto de las cosas, la dimensión emocional y espiritual de nuestra condición humana, las habilidades artísticas y relacionales... La confesión de un secreto nos excita porque activa el hemisferio derecho y da rienda suelta a la intuición, la imaginación, la innovación o el pensamiento creativo. 

El secreto despierta el sistema límbico o cerebro emocional y pulsa el on de nuevos circuitos neuronales, produciendo las sustancias bioquímicas que se comunican entre sí para fabricar multitud de emociones: la dopamina se convierte en buen humor, la oxitocina se asocia a la empatía, la adrenalina nos protege frente a la tensión, la noradrenalina nos hace sentir especialmente sensibles, las endorfinas disminuyen el dolor... Un amplio abanico de sensaciones que nos resultan atractivas y que hacen que amemos los secretos ajenos. 

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  • Dolors Marco Jiménez
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