Hasta los países competimos por ser felices. Hace poco saltaba la noticia de que España ha escalado tres posiciones, de la 27 a la 24, en el ranking de los países más felices del mundo, publicado por la ONU. Y no solo eso. También se ha puesto sobre la mesa la edad de nuestra vida en donde se da más este sentimiento.
Un estudio de la London School of Economics estableció que la felicidad a lo largo de nuestra existencia tiene forma de U, y sus puntos álgidos se encuentran a los 23 y 69 años. Si tienes entre 40 y 50 años, mala suerte, porque, según esta investigación, predomina la insatisfacción. Es en esta década cuando echamos la vista atrás y nos damos cuenta de que no conseguimos lo que aspirábamos a tener a esa edad.
¿Y por qué luego ya no nos importa? Según esta teoría, cuanto más mayores nos hacemos, nuestras expectativas se reducen, recuperando esa sensación de bienestar.

QUE NO CUNDA EL PÁNICO
Visto el panorama, ¿debemos esperar a los 69 años para que vengan mejores tiempos? Ni mucho menos. Para empezar, tenemos una idea equivocada en nuestra cabeza: pensar que la felicidad es perdurable en el tiempo y algo que podemos controlar.
Como explica la psicóloga Patricia Ramírez (conocida en redes como Patri Psicóloga) y autora del libro Vivir con serenidad. 365 consejos, "la felicidad no es una emoción que esté abierta 24 horas al día, como una farmacia de guardia. La felicidad es un momento de estar a gusto contigo mismo por una determinada situación que estás viviendo, pero no todo lo que nos sucede al cabo del día puede causarnos este sentimiento. Cuando te dan una mala noticia médica, no puedes estar feliz; cuando te metes en un atasco, tampoco. Exigirnos esa felicidad todo el día, como si fuese algo normal, y pensar que si no la alcanzamos es porque no ponemos de nuestra parte, genera mucha frustración y culpabilidad".
EL SECRETO DE LA FELICIDAD
Se han escrito miles de artículos y libros sobre este tema. También infinidad de películas giran en torno a este concepto tan intangible. Y, cuanto más leemos, escuchamos y visualizamos, más incómodos nos sentimos, como si la felicidad dependiera de nosotros.
Quizá, el secreto para ser felices pase por no obsesionarse con ella, por disfrutarla los minutos y horas al cabo del día que entra en nuestra vida y dejarla pasar sin agobios. Como explica Delia García Moratilla, psicóloga de BluaU de Sanitas, existen varios mitos:
- "La felicidad es algo que simplemente sucede". Al contrario, suele ser el resultado de ciertas acciones y pensamientos.
- "La felicidad depende de las circunstancias externas". Aunque el dinero, el éxito o la belleza física pueden proporcionar una felicidad temporal, no hacen que esta dure eternamente.
- "La felicidad es un estado constante". Tampoco, varía con el transcurso del tiempo y puede experimentarse con otras emociones.

- "La felicidad se basa en la comparación con los demás". Actuar así, solo nos provoca una profunda insatisfacción.
EL PELIGRO DE LAS REDES SOCIALES
Muchas personas no podemos vivir sin nuestra dosis diaria de redes sociales. Minutos (u horas) buceando en ese mundo idílico de rostros alegres, viajes de ensueño y experiencias maravillosas.
Todos somos bellos en Instagram, para eso se inventaron los filtros. "Esto puede llevarnos a un estado de frustración tremendo, al dar la impresión de que el resto está viviendo vidas increíbles mientras uno mismo se siente insatisfecho con la suya propia", advierte Delia García, quien añade que, incluso los libros de autoayuda pueden provocar en nosotros el efecto contrario, al creer que la felicidad puede alcanzarse de forma rápida.

FELICIDAD VS. BIENESTAR
Aunque la felicidad lleva consigo un bienestar emocional, no son lo mismo. "Este último concepto es un poco más estable", comenta Patricia Ramírez. "Yo puedo decir que tengo bienestar emocional cuando valoro globalmente cómo está yendo mi vida. Los momentos de felicidad ayudan a aumentar ese bienestar emocional que tenemos las personas, pero no solo depende mi bienestar emocional de que haya momentos en los que me sienta feliz; también influye que tenga una seguridad económica en mi trabajo, que esté a gusto con lo que hago, que me rodee de personas que me alimentan, que tenga hábitos de vida saludables o que me encuentre descansada. El bienestar emocional engloba muchísimo más, es algo relacionado con la salud mental de las personas".
Ambos son conceptos dinámicos y pueden variar a lo largo del tiempo. "La felicidad está más relacionada con un estado emocional positivo, mientras que el bienestar, con un estado general de salud física y mental", apunta la psicóloga Delia García.
NO TE OBSESIONES
Nos levantamos por la mañana con el propósito de ser felices, buscando un tesoro que no existe o, al menos, no de forma continuada y para siempre. "Dejemos que la felicidad se presente en los momentos en que conectamos con nosotros y en situaciones que nos hacen sentir bien. Yo buscaría diariamente esa serenidad, afrontar la vida de una manera serena en lugar de hacerlo con prisa, corriendo, que nos lleva a generar emociones como la ansiedad o la ira. Yo buscaría la serenidad como filosofía o estilo de vida. E intentaría, cuando la felicidad aparezca, saber aprovecharla", señala Patricia Ramírez.
La psicóloga, también recomienda un ejercicio sencillo para valorar y reconocer esos momentos: "Cada vez que te encuentres con esa felicidad, anota lo que te está haciendo feliz". Por ejemplo, escribe cuando hayas experimentado ese sentimiento porque te acaba de llamar tu hija y te ha contado una buena noticia, hayas descansado fenomenal o te hayas sentido reconfortada tras realizar ejercicio. Así, sabrás relacionar esa emoción con situaciones concretas y podrás provocarlas, pero sin marcarte como objetivo buscar la felicidad.
Practicar la gratitud y el perdón, cultivar relaciones significativas, establecer metas y trabajar hacia ellas, practicar mindfulness, establecer un equilibrio entre el trabajo y la vida personal y descansar lo suficiente ayudan a conseguir una sensación placentera.
El ideal de felicidad se asemeja a pretender tener siempre la talla 34
Tendemos a obsesionarnos con todo lo que nos venden como algo alcanzable, como algo que depende de nuestra actitud, como algo que va a hacer que nuestra vida sea maravillosa. Nos obsesionamos porque asociamos la felicidad con algo a lo que tenemos que aspirar. Nada más lejos de la realidad. La felicidad, como cualquier otra emoción, la tenemos que sentir cuando surja.
Como conclusión, Patri Psicóloga insiste en la importancia de no obsesionarse, "a lo que tenemos que aspirar es a ser personas de valores, a vivir con coherencia, a tener un propósito, a mantenernos serenas y tranquilas. La que quiera obsesionarse con la felicidad es que está buscando un ideal, como la que busca estar todo el día metida en una talla 34, que no existe, y eso es una esclavitud".
LA PRESIÓN SOCIAL
La sociedad consumista y las redes sociales pueden hacernos sentir pequeñitas y unas auténticas fracasadas. La comparación constante, la publicidad engañosa y la cultura de la instantaneidad nos estresan. Nuestra vida se vuelve insignificante en comparación con lo que vemos y oímos a diario.
Todo es maravilloso ahí afuera mientras que nuestros días transcurren entre madrugones, trabajo y casa. Disfrutamos con alguna cena o plan especial, pero miramos ahí fuera o, mejor dicho, ahí dentro, dentro de la pantalla de nuestro teléfono móvil, y no hay color.
Nos damos de bruces con la vida idílica de las influencers, siempre impecablemente vestidas y maquilladas y en lugares de ensueño. "La sociedad consumista en las redes sociales influye en el sentimiento de infelicidad de forma muy potente. Nos venden muchas cosas que dicen que nos van a hacer felices: nuestra manera de arreglarnos, de comer, de ejercitarnos, de relacionarnos, el aspecto físico... cuando ni siquiera sabemos si en su vida real serán felices, a pesar de que muestren esa imagen", apunta la psicóloga Ramírez.
Si la gente dedicase al autoconocimiento, al autocuidado y a trabajar sus valores el mismo tiempo que a las redes sociales, tendría mucho mayor bienestar emocional
La felicidad no está en consumir. De hecho, hay mucha investigación científica que demuestra que, aunque nos sentimos mejor cuando compramos algo, al rato, esa felicidad se diluye, porque las cosas que nos hacen más felices suelen ser las experiencias reales que vivimos con las personas que queremos, el disfrute que tenemos en las relaciones, como yendo al teatro.
Las redes sociales nos hacen infelices, dando veracidad a todo lo que vemos y creyendo que si tuviéramos lo mismo, nos cambiaría la vida. "Si la gente dedicase al autoconocimiento, al autocuidado y a trabajar sus valores el mismo tiempo que a las redes sociales, tendría mucho mayor bienestar emocional", señala Patricia.